domingo, 4 de diciembre de 2011

there is nothing I could say that I haven't thought before.

(Aviso: Sí, esta es otra entrada más sobre mi infinito amor hacia la música, no es nada especial, como podréis imaginar de algo que sale de mí.)

Es difícil encontrar a un grupo que consiga aislarte totalmente del mundo.
Muchas canciones pueden hacerte entristecer, o alegrarte, motivarte y hacerte recordar, es fácil despertar sensaciones con música; pero pocos son esos grupos que consiguen hacer perdurar esa sensación. Pocos son esos grupos que por mucho que pase el tiempo sabes que siempre van a ser de tus favoritos. De los cuales aprendes a amar a cada uno de sus componentes como si fueran viejos conocidos.
Grupos que no sólo hacen magia con su música, si no que me atrevería a decir que te cambian la vida. Te acompañan en los buenos momentos y te sacan esas lágrimas como nadie podría hacerlo en los que no son tan buenos. Y que, es más, te hacen conocer a gente genial.
Esas canciones que te gustan tanto que te llegan a parecer sobrenaturales. Y te quedas con cada palabra, interiorizas esas letras, porque sientes que es la historia de tu vida. Las haces tuyas, te sientes comprendido. No sólo te emocionan, no basta la piel de gallina, detrás hay mucho más. Pero eso es personal e indescriptible.
El volumen nunca está lo suficientemente alto aunque estés a punto de quedarte sordo. Las gritas cómo si fueran un jodido himno, porque lo son. Estás ante la banda sonora de tu vida.
Les das las gracias infinitamente a las personas que están detrás de esas canciones y que te hacen feliz, y sueñas con el día en que se lo puedas decir personalmente, aunque quizá lo más sensato es pensar que nunca llegue, aunque quizá ya llegues tarde para algunas de ellas.
A veces es lo único que necesitas, una sobredosis de música. Lo único efectivo es disfrutar de las voces que te tranquilizan. Que te animan a seguir. Por eso siempre llevo unos auriculares conmigo.
















hyperinsomnia.

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